Stephanie Coutiño, creadora de textiles y experiencias
- ALEJANDRA OROZCO
- 21 may
- 11 Min. de lectura
Tuxtla.- Nuestra invitada de hoy es Stepfanie Coutiño, ella nació en Tuxtla Gutiérrez hace 32 años y desde chiquita siempre le gustó dibujar, entonces casi toda su vida ha dibujado, le han gustado las artes, y después fue lo de la costura, bordado y demás, en sus primeros recuerdos está dibujar con cualquier cosa, ha visto fotos donde sus papás le ponían papel en las paredes y ahí dibujaba, en realidad lo que le gustaba mucho es que le compraban muchos cuentos de dibujos animados de Disney o cosas así, y le gustaba tratar de dibujarlos porque en su mente los recuerda preciosos, pero cuando los volvió a ver tiempo después, estaban bien feos, pero ella sentía que estaban muy bonitos.

“Esos fueron mis inicios, como tenía muchos libros, eso es lo que dibujaba, y ya cuando ya estaba un poquito más grande, 12, 13, compraba unos cómics tipo anime, igual eso me gustaba dibujarlo, lo copiaba y siempre me gustó, ya luego, me gustaba mucho la ropa, entonces a los personajes que dibujaba les cambiaba la ropita, ya lo traía desde pequeña… estudié diseño de modas, pues siempre me gustó la ropa, pero también porque desde primaria, secundaria, mi mamá compraba muchas revistas, una que se llamaba Vanidades, ahí sacaban, como ahorita la Vogue, ropa, entonces, me gustaba mucho ver la ropa, pero en ese tiempo yo no podía tenerla”, recordó.
Entonces, decía, si no la puedo tener, yo la voy a aprender a hacer, más que nada, por eso quiso aprender este diseño de modas, pero realmente cuando entró a la carrera, no sabía costurar nada, ni un botón o algo así, pero lo que le ayudó fue el dibujo, porque sí se le daba para toda esa parte del diseño, curiosamente, nadie en la familia estaba relacionada con el mundo de la moda o la costura, ni abuelitas, ni tías, ni mamá.
“De hecho, cuando les dije que quería estudiar diseño de modas, todos dieron el grito, porque a mí siempre me gustó ir muy bien en la escuela, mi motivación de ir a la escuela era sacar dieces y nueves, para mí, un ocho ya era casi reprobable, entonces, ellos juraban que yo iba a estudiar alguna ingeniería o lo que sea, pero a mí me gustaban las artes; entonces, cuando les dije diseño de modas, primero fue así de, ¿cómo? Una, porque nadie costuraba en mi familia y dos, porque creían que yo podía hacer otra cosa”, señaló.
Sin embargo, ella estaba muy segura de que quería eso, sí le costó bastante, los primeros tres semestres le costó muchísimo en la costura, porque su escuela era muy práctica, sí les enseñaban patrones y todo, pero era hacer las prendas, vieron faldas, blusas y pantalones los primeros tres semestres y le costó mucho, pero porque no tenía todo eso, en cambio, la mayoría de sus compañeras sí, o en secundaria estuvieron en alguna técnica y habían visto corte, o sus amigas, igual con su familia, siempre había alguien que les enseñó y ella no.
“Había una maestra muy buena, que después de que hicieron un concurso interno en la escuela para hacer una mini pasarela, toda la escuela, a mí me seleccionaron, pero porque dibujaba bien, entonces esa maestra era de los grados más grandes, de los últimos semestres y con ella fue que aprendí, porque ella me tuvo mucha paciencia, ya a partir de que estuve con ella, se me empezó a hacer más fácil”, recordó.

Cuando terminó la carrera, que era muy práctica, los últimos semestres se abrumó mucho porque sentía que hizo muchas cosas y ya no sabía ni qué hacer con su vida, porque empezó a ver cosas que no le gustaba hacer, y las que sí, no sabía cómo sacarlas, lo que sí sabía es que le gustaría tener una marca de ropa propia, pero no sabía cómo funcionaba porque no había trabajado en un lugar como esos, entonces una, como necesitaba dinero, cuando le pedían cositas, como un vestido para algo, decía que sí, pero no le encantaba trabajar a medida, se estresaba mucho, pero necesitaba el dinero.
“Ya después de eso fue que entré a trabajar en tiendas de ropa en las plazas, ahí me gustó mucho porque aprendí cómo funcionaba todo, lo que pasaba, cómo funcionan los vendedores, porque yo entré como sastre, no entré directamente como vendedora, entonces al estar en una parte donde no me exigían demasiado con atención al cliente, podía enfocar mis cosas en ver cómo funcionaba todo lo demás, y como todos se llegaban a desahogar conmigo, igual me enteraba de cómo pensaban los clientes y cositas así”, dijo.
Ahí fue aprendiendo, y mientras estaba trabajando en una tienda de la plaza, sacaron un concurso de juventud emprendedora chiapaneca, uno de los requisitos era que el proyecto que metieras, tenía que ser dentro del estado, que ayudara a mujeres de Chiapas y que tuviera un impacto positivo en la sociedad, la familia de su mamá es de San Cristóbal, entonces toda la vida había ido para allá, le encantaban los textiles y los colores, pero los textiles de allá son muy gruesos porque hace frío, y los pocos que tenía ni siquiera los usaba acá, porque se acalora mucho.
“Entonces dije, ok, voy a aprender a hacer esas cosas en telas un poco más delgaditas, ligeritas, que se puedan usar en el calor, porque la verdad es que son textiles muy bonitos, pero no se pueden usar en todos lados, y ya fue que empecé con ese proyecto, me metí al concurso, que fue por etapas, las primeras tres etapas estuvieron bien, pero de ahí ya era mucha planeación, era llevar cosas financieras y a mí me cuesta mucho, por eso tengo mi contador, porque si no, me vuelvo loca, entonces tenía la decisión de dejar mi trabajo y arriesgarme a ver si ganaba, porque no era seguro”.
Aún así, quiso hacerlo y dejó su trabajo, que no lo necesitaba demasiado, pero los que estaban ahí le caían muy bien, como ya no iba a tener su sueldo fijo, se arriesgó y funcionó, porque en el concurso que se sintió como en Shark Tank, porque presentabas tu proyecto frente a los jueces, los máximos empresarios de acá de Chiapas, ganó, el premio era dinero, que tenías que comprobar con facturas, pero no era préstamo, sino que te lo daban, como una inversión para tu proyecto.
“Ya con ese dinero pude comprar mis máquinas y todo eso, porque en la escuela todo el tiempo me la pasé con una máquina chiquitita, ahorita ya hay máquinas con muchas puntadas y todo eso, pero la mía era chiquita, ahí fue que ya compré las industriales, compré material y empecé a trabajar con eso, ya después de ese concurso, como ya tenía tiempo libre porque no tenía el trabajo que tenía antes, en San Cristóbal hacían muchos talleres de bordado y todo eso, en el Museo de Santo Domingo, que ahorita es de textiles, yo nunca podía ir por mi trabajo, pero ahora fue que ya aprendí, tomé varios cursos, me enseñaron algunas puntaditas que todavía no sabía, conocí más textiles, la historia y todo eso”, añadió.
Luego de aprender toda la parte teórica, pasó a la práctica, igual en su escuela conoció a una amiga de Zinacantán en servicio social, trabajaron juntas en Casa Chiapas, que ahorita es Casa de las Artesanías, cuando la invitaba a su casa, igual aprendió varias cositas, vio cómo era la vida de todas las demás, que si vamos de forma turística, vemos la ropa como algo extraordinario, súper bonito, que no se usa todos los días, pero para ellos es su ropa de diario, ahí tenía que aprender que las cosas fueran usables, que no fueran a usarlo una vez, para ocasiones especiales y ya, sino que fuera ropa que pudieras usar cuando se les ocurriera.
“Ya fue que ahí que empezamos a hacer pruebas, empecé a probar telas, los hilos y todo eso, mi proyecto era para traerlo en prendas que se pudieran usar en calor, no es cosa fácil, yo la había visto en guayaberas o de ese tipo, pero, por ejemplo, si trabajas en algodón, hay diferentes tipos de algodones, si trabajas con manta, igual, por ejemplo, tenemos telar, como un peto, como es telar de cintura, sí trabaja las tramas y todo eso, pero se hacen a medida, para no desperdiciar tela, hay personas que compran un lienzo y se cortan, pero desperdicias una parte, esto no es algo para desperdiciar, sino para preservar los bordados y todo eso, para que le den el valor, entonces trabajamos a medida”, explicó.
Así, fueron probando con cuáles quedaba, alguna vez hizo una en una tela muy delgadita, pero como el bordado pesaba más, se abría la tela, se empezaban a abrir los hoyitos de la costura, entonces, fue empezar a ver qué telas funcionaban con qué cosa, por ejemplo, telas delgaditas, si no se usaban con telar, el peto, bordado a mano, así fue que empezaron a trabajar, fue mucha prueba, casi todo un año, porque en el concurso tenían un lapso de un año para presentarlo, para lanzarlo, y ya de ahí ver cómo funcionaba, hubo cosas que funcionaron, otras que no, y de las que sí funcionaron, ya pudo seguir experimentando más.
“Mi proyecto se llama ILEA, todos me preguntan qué significa ILEA, unos me preguntan que si me llamo Ilea o Ileana o algo así, antes siempre les decía sí, porque no sabía cómo explicárselos, pero en realidad es otra gran historia, todo inició de ese concurso, y como eran varias etapas, creo que fue en la tercera etapa, donde ya teníamos que dar el nombre, yo no sabía qué nombre ponerle, lo único que sabía era que no quería que tuviera mi nombre, porque nunca me gustó la idea de que mi nombre fuera una marca, sino algo aparte, en ese tiempo, yo estaba leyendo un libro que se llamaba La Selección, en ese libro todo el mundo, todo lo que pasa, pasa en el mundo que se llamaba Illea, con doble L, entonces, como me gustaba mucho, dije, se lo voy a poner y ya luego se lo cambio, pero le quité una L por cualquier cosa, entonces, ya fue que le puse ILEA, y ya nunca se lo cambié, el nombre le gustó a mis clientes”.
Fue una gran decisión, lo pensó muchísimo, como es una persona muy indecisa, siempre lo ha sido, le cuesta mucho, entonces, cuando tenía que decidir entre dejar su trabajo para meterse al 100 y poder tratar de ganar algo, pensó muchas cosas, uno, tenía casi 25 años, en ese tiempo quería hacer muchas cosas, pero necesitaba el dinero, luego dijo, si no me arriesgo ahorita, tal vez cuando esté más grande me va a costar más, en esos momentos, como todavía estaba con sus papás, pensó que no sería tan horrible dejarlo.
“Entonces hice mi lista de cosas que pueden salir bien, como las que pueden salir mal, y dije, ya, nos arriesguemos, porque igual, aunque luego pienso muchas cosas, al final lo que me impulsa es, ¿qué puede salir mal? Pienso en lo peor que podría pasar, y si eso no me va a matar, entonces ya, lo hagamos, siempre pensando en lo mejor, siempre soy muy positiva, pero también tengo que ver los riesgos, y si vale la pena, entonces, pues ya”.
Si ya están trabajando en un lugar y no les gusta, y están pensando constantemente qué hacer, cualquiera que sea su sueño, recomienda que lo hagan, otra cosa de las que siempre piensa es que no sabes cuánto tiempo vas a estar en este mundo, y qué mejor que lo vivas feliz o que no te quedes con las ganas de hacer algo, si hay algo que no le gustaría es quedarse con las ganas de algo, entonces, les diría que se arriesguen, que hagan su listita de cosas bien y cosas mal, de qué podría salir bien y todo mal, y sigan a las de cosas bien, que lo hagan, que no se queden con las ganas.
“Creo que es mejor después contar que lo intenté, al final no funcionó, pero lo intenté y vi este, no sé cómo funcionó, a decir me hubiera gustado hacerlo, pero no lo hice, y para los que ya están empezando un emprendimiento, les voy a dar un consejo que me dio mi tío cuando empecé, porque igual en mi familia todos trabajan en ciertos lugares, en hospitales, en alguna dependencia, y el único de mis tíos que tiene un negocio, vive en San Cristóbal, él me dijo algo que siempre lo tuve presente, que los primeros dos años no vas a ver ganancias, todo lo que ganes va a ser inversión, después de los dos años, ahí sí, ya vas a empezar a tener tu dinerito para gastarlo en lo que tú quieras, y por Dios que sí, porque siempre me acordaba de mi tío”, recomendó.
Y es que el primer año, como que nadie te conoce, apenas estás empezando, ahí en realidad el plan es que te conozcan, ya ni siquiera tanto vender, sino que te empiezan a conocer; el segundo año igual, lo sintió todavía peor, porque el primero todavía había un poco del premio del concurso, como que sobrevives, pero el segundo año empezaba a sentir el ahorcamiento, entre que vendías o no, como que a veces sí, y todas esas cosas.

“Tú dices, no, ya, como que te da el bajón y dices, esto no está funcionando, ya hasta aquí, pero me acordaba de mi tío y entonces sí, lo que ganaba, invertir, lo que ganaba, invertir, de repente como que te olvidas y después del segundo año, ya en el tercero, como que todo mejoró, yo no sé si mi tío es profeta o lo que sea, pero de verdad que en el tercero ya me conocían más, ya me pedían cosas, ya vendía, ya tenía dinero para la inversión y para mí misma, mi propio sueldo, ya cuando llegué a ese año, al tercero, yo dije, ok, ha valido la pena, está funcionando, vamos a seguir, así que si tienen algún proyecto, así como dijo mi tío, los primeros dos años, aguanten, inviértanlo, y ya después va a llegar su recompensa”.
En Instagram la encuentras como @ilea.mx y en Facebook como Ilea, tiene un taller, un local en la novena sur entre cuarta y quinta poniente, enfrente de Ferretería Mandiola, ahí ahorita están en clases más como de bordado, de costura, pero igual pueden llegar a hacer sus pedidos, tienen algunos modelos, y es que ha ido cambiando, ahorita ya no hace tanta ropa, pero sí la puede hacer, ahorita sí ya es más por encargo, porque no tienen el stock ahí listo, pero ya lo hace, dependiendo de qué quieran, ya les da un tiempo de entrega, en las mañanas estás de 10 a 2, y por las tardes, martes y jueves, de 5 a 8.
“Cada año me pongo una meta nueva, por ejemplo, veníamos manejando todo la ropa y todo eso, pero cuando llegó pandemia, se presentó un gran reto, porque nosotros vendíamos mucho físicamente en San Cristóbal, en las expos y bazaritos, que todo lo hacían por ahí, pero en pandemia se cerró todo eso, no había gente ni nada para vender, ahí fue que empezamos a dar las clases en línea de bordado y me gustó, y les gustó sobre todo a mis alumnas, a mis clientas, y a partir de ese momento empezamos a dar clases, todo en línea por dos años y medio, ya el año pasado, lo empecé a dar en forma presencial, aquí en Tuxtla Gutiérrez, ahí en mi taller y les gustó, entonces, ahí me di cuenta”.
Dice que la vida cambia mucho, al principio le gustaba mucho dibujar, costurar y todo eso, pero ahorita le gusta mucho ser maestra, porque es algo que nunca pensó antes, que si hubiera sabido que le gustaba mucho, tal vez habría estudiado para maestra, es el proceso, ahorita su meta, a corto o mediano plazo, es hacer estas clases todavía más grandes, horarios específicos, en el taller, porque igual tiene otras actividades en otros lados, pero le gustaría dedicarse 100 por ciento a eso, porque se dio cuenta que le gusta mucho, y también cuando llegan sus alumnas y le dicen cómo se sienten en las clases y todo lo que pasa con ellas, la hace sentir muy bien, eso es lo que le gustaría, que más personas lo disfruten.
“A mi familia y mis amigos que me han acompañado, para empezar, gracias, porque hemos pasado por tantas cosas, de verdad… han habido épocas buenas, épocas malas, pero ellos siempre están ahí, hasta cuando no ha habido, mis papás, para empezar, son los que me han apoyado económicamente cuando yo no tengo, y se los agradezco muchísimo, también porque no me corrieron de mi casa cuando tal vez no tenía para la renta y eso, pero sobre todo igual a mis amigos y conocidos, porque también he conocido personas que no son mi familia, pero ahorita ya son muy familiares, que me apoyan, sobre todo compartiendo, invitando a más personas a que me conozcan, para mí es un agradecimiento profundo, se los doy en mi corazón, tengo muchas clientas, alumnas, que las siento como si fueran mi familia, porque son súper lindas conmigo, yo las siento como mis tías lejanas, las quiero mucho, les mando un besito, gracias por todo y espero que sigan ahí conmigo, porque yo nunca los voy a dejar”, finalizó.
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