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  • Mario Aquino

Una mujer sobresaliente por sus esfuerzos, la cual el mundo conoce por sus amores

Tuxtla.- ¿Cuántas historias no sabemos de nuestra ciudad natal? Situaciones que se nos hacen tan cotidianas, personajes que han trascendido solo por los cuentos de la sociedad, sin hacer una indagación más allá de lo superficial, pues así se ha ido predominando la fábula de “Na’ Juana Cata”.



Hay que entender durante el siglo XIX el país fue testigo de grandes sucesos importantes para el proceso de larga duración que se puede percibir hasta nuestros días; fungiendo de gran influencia las diversas intervenciones e intentos de reconquista, dejando un panorama de pobreza e ignorancia, donde los gobernantes distribuían los bienes a conveniencia propia; en el estado de Oaxaca se encontraba Juana Catalina Romero, una pueblerina de familia humilde, al explotar la guerra de reforma, los grupos guerrilleros arribaron el istmo, las tehuanas les ofrecían insumos característicos de la región, se describe una mujer muy bella quien deslumbraba a todo aquel que la veía pasar. Charles Brasseur en su texto titulado Viaje por el istmo de Tehuantepec 1859-1860, describe como queda perplejo ante su presencia:


“Aunque las mujeres de Tehuantepec, son las menos reservadas que haya visto en América, tienen no obstante la suficiente modestia todavía de no presentarse en lugares públicos como éste. Nunca vi más que a una que se mezclaba con los hombres sin la menor turbación, desafiándolos audazmente al billar y jugando con una destreza y un tacto incomparables. “Era una india zapoteca, con la piel bronceada, joven, esbelta, elegante y tan bella que encantaba los corazones de los blancos, como en otros tiempos la amante de Cortés. No he encontrado su nombre en mis notas, ya sea que lo he olvidado, o que nunca lo haya oído; pero me acuerdo que algunos la llamaban la Didjazá, es decir, la zapoteca, en esta lengua; recuerdo también que la primera vez que la vi quedé tan impresionado por su aire soberbio y orgulloso, por su riquísimo traje indígena, tan parecido a aquel con que los pintores representan a Isis, que creí ver a esta diosa egipcia o a Cleopatra en persona”.



Juana vivía con su tía Calixta, en el barrio San Sebastián, habitado principalmente por artesanos y pobres campesinos, con un inmueble de madera, ventanas sin protección alguna; a tan solo 18 años de edad supo estar presente ante la sociedad por sus dotes de elaboración de cigarros, el don de “curar”, así como su andar soberbio y desafiante, el encuentro entre ella y el jefe político del distrito de Tehuantepec, encargado de las tropas liberales, el joven Porfirio Díaz, fue ineludible. La relación que tanto persiste en medio de las consejas populares entre estos dos personajes, debió ser muy ligera, debido a la nula estancia que permaneció el militante, de igual forma en los escritos hechos por el general, no hay mención alguna de este suceso; la leyenda entre este romance surge en la revolución mexicana, una teoría que los adversarios políticos fabrican, donde Na’ Juana se convertía en la amante del dictador, esto para crear un desprestigio ante la gran ciudadana que representaba.


Un número muy reducido la conoce por los logros obtenidos de su esfuerzo, tales como las ganancias generadas de la venta de cigarros y otros artículos, de igual forma en 1867 pudo iniciar un pequeño comercio, las relaciones sociales que conllevóa lo largo de su vida, la favorecen cuando el padre Mora se encarga de enseñarle a leer y escribir, hacer cuentas, Juana aprendió rápidamente, pulieron sus modales, convirtiendo en una dama culta y refinada, a pesar de que esos procesos llegaron a sus 30 años de edad; en 1892 estableció en Tehuantepec una escuela para varones “San Luis Gonzaga”, educados primero por padres Maristas y posteriormente por maestros de la región, en 1904 subvenciona los gastos del personal médico y paramédico en auxilio de los afectados tras una pandemia que azotómuy fuerte, en 1906 continúasu labor altruista de educación para niñas invitando a monjas Josefinas pagándoles todos sus gastos, estas acciones la posicionan en una mujer adelantada a su tiempo, pues antes de Vasconcelos ella ya empezaba estas “Misiones Culturales”; en el ámbito económico se hace de varias concesiones y a pesar de controlar un comercio nacional (con la Ciudad de México y Veracruz) e internacional, siempre protestó por la buena remuneración hacia sus trabajadores; no hay que dejar de lado que fue la estilizadora del traje regional de tehuana, dando paso al uso de muselinas para el resplandor y la seda con hermosos bordados que se usan en huipiles y faldas. (Cruz Graciela, 2019)



Una mujer que fue ganándose el respeto y admiración de toda la sociedad, sin el respaldo de un esposo (pues ella nunca contrajo matrimonio) a pesar de tener la visión donde se veía a la mujer como ama de casa en potencia. Qué tan verídico o creíble sería la leyenda de Porfirio Díaz? Mencionando hacer las vías del ferrocarril pasaran rozando el corredor de dicho Chalet construido bajo la supervisión del arquitecto alemán Burgmeiste, con la finalidad que al paso del tren pudiera llegar de un salto a los brazos de su amada, tan absurdo fue este comentario como aquel otro que el joven militar al ser perseguido por los conservadores, se guarneció bajo las faldas de la bella y espigada Juana Catalina. (Villalobos María, 2015. P.20)


“Oaxaca siempre se ha distinguido por su capacidad creadora, la bravura de su gente, su temple cultural y su agudeza, la capacidad de mando de las juchitecas, la fuerza de su voz en el mercado, su habilidad para exhibir sus productos y hacerlos valer. “Yo soy la que soy”. Es muy difícil que entre las juchitecas haya una sola “dejada”. Al contrario, las mujeres se imponen, imposible no verlas, no sólo por la belleza de sus atuendos, sino por la fortaleza de su postura y su capacidad de protesta. Las oaxaqueñas son de armas tomar. Por tanto, quienes quisieron eliminar a Juana Cata Romero reduciéndola a su sola amistad con don Porfirio, sólo hacen gala de ignorancia” (Elena Poniatowska, 2016)

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