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  • AFP

Violencia y corrupción siempre presentes


Es una pena que en nuestro país exista muchas irregularidades que sencillamente el gobierno no ha podido reordenar o componer pero prácticamente ningún gobierno desde hace varias administraciones a hecho nada o sencillamente no lo ha logrado. Por ejemplo, una de las cosas bien marcada en México y que los gobierno no han podido erradicar son los siguiente: violencia y corrupción. De poco sirve el combate a la corrupción, la persecución de criminales para reducir las enormes cifras de violencia que soporta México desde hace casi una década —casi 100 asesinatos al día— si la inmensa mayoría de los casos no se resuelven. Un amplio informe de México Evalúa, que revisa la información oficial sobre el trabajo de las fiscalías y jueces en 2020, arroja un dato estremecedor: un 94,8% de los delitos no ve una salida. Ni una sentencia, pero tampoco un acuerdo entre las partes, ni reparación del daño, en muchos casos ni llegan a juicio y quedan varados en el archivo temporal. La cifra ha aumentado desde 2019, que ya manejaba un 92,4%. La impunidad crece con unas fiscalías asfixiadas por el número de carpetas y alimenta la seguridad de que matar, extorsionar, secuestrar o desaparecer en México sale prácticamente gratis.

En México, una de las explicaciones más claras que sustentan el triunfo y el arribo de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia es que enarboló como bandera de campaña el hartazgo ante la corrupción y la impunidad del pasado. Sin embargo, a tres años de su triunfo electoral y de acuñar como compromiso público aquella frase de que “la corrupción se barre como las escaleras, de arriba para abajo”, en este ámbito es posible detectar una gran contradicción, pues a pesar de que el discurso recurrente del presidente señala a la corrupción (sobornos, influencias indebidas por intereses públicos o privados y la apropiación indebida de fondos públicos u otros recursos) y la orientación ideológica de los gobiernos anteriores como el origen de todos los problemas actuales, en su administración todo indica que existe una reticencia a aplicar imparcialmente la ley para sustentar en los hechos aquella frase que hoy es una metáfora de su gestión. Para la ciudadanía, la falta de transparencia y de castigo de funcionarios que han utilizado su encargo para usufructuarlo en beneficio propio deja en claro que sigue vigente la vieja práctica de que “el que no transa, no avanza”, que en la práctica cobra forma con la clásica “mordida” como práctica “normal” de personas y empresas para agilizar o solucionar varios problemas cotidianos, generalmente administrativos. Hace falta resolver la analogía de barrer una escalera, pues a estas alturas es preciso preguntarse si, como reiteradamente se menciona, la corrupción es la madre de todos nuestros problemas, de cuya solución depende se resuelvan todos los demás. De ser así, se explicaría por qué en el combate a la corrupción la actual administración barre con logros y avances, con la idea de que somos un país corrupto.

Lo anterior suena a una sentencia que reduce nuestra compleja realidad a una fórmula mágica: sin corrupción, se resuelven todos nuestros problemas. No obstante, está visto y los ciudadanos lo atestiguamos, de que la lucha contra la corrupción no se acredita en los hechos, porque el gobierno en turno que sustenta esa especie no tenía hasta hace poco a un solo funcionario de la alta esfera del poder político detenido, preso y consignado por corrupción. Menos a un juzgado y sentenciado.

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