- ALEJANDRA OROZCO
El Autismo no es una enfermedad; es otra manera de ver la vida
Tuxtla.- Alan Mateo tiene cuatro años. Su papá, Alejandro, nos cuenta que es un niño alegre, amoroso, intrépido, y que se fija mucho en los detalles, si algo cambió de lugar en casa lo detecta de inmediato, y a veces se frustra cuando no quiere hacer algo.
Sin embargo, hace año y medio se dieron cuenta de que presentaba ciertas características que no eran normales o comunes en todos los niños del kínder, se los dijeron sus maestras en repetidas ocasiones, y los puso en qué pensar.
“En la guardería, notaban patrones anormales o diferentes, como permanecer dentro de un librero durante toda la clase, no desarrollaba el lenguaje, o se la pasaba parado en la reja esperando a que fuéramos por él, también el hecho de que prefería una silla, a pesar de que todas eran iguales, y la buscaba cuando se la cambiaban de lugar, las maestras no podían explicarse cómo la distinguía”.
Fue así como una psicopedagoga les dio el diagnóstico de trastorno del espectro autista, confirmado por una neuróloga, golpe fuerte para él como papá, pues en el momento no lo quería aceptar y fue un proceso difícil.
“Varias veces me llamaron de la guardería para decirme sobre estos patrones de comportamiento, pero me rehusaba a aceptar el diagnóstico, hasta que después de tanta insistencia comencé a aceptarlo y aquí estamos”.
Alan lleva un tratamiento que usa un medicamento, Risperidona, que es auxiliar para control, así como terapia de lenguaje y asiste a una escuela especial, sin embargo, está muy consciente de que Alan no tiene una enfermedad, solo tiene una manera diferente de ver la vida.
“Lo que le diría a otros papás es que no se sientan solos, acérquense a las instituciones, también entre padres no apoyamos. Yo me siento feliz de tener a Alan en mi vida, soy un padre orgulloso de tenerlo porque es un superhéroe con poderes que pocos pueden entender, solo quienes están en esta situación y tienen un hijo autista alcanzan a entenderlo”.
Datos del autismo en México
Según un estudio epidemiológico realizado en Guanajuato por el doctor Carlos Marcín Salazar, entre el 2011 y 2013, una de cada 150 personas en México tiene autismo, mientras que en 1994 se decía que cinco de cada 10 mil personas tenía trastorno del espectro autista.
Este incremento se debe en gran medida a que hoy en día se cuenta con más herramientas para poder detectar e identificar los trastornos mentales, así como existe una mayor concientización, mejores herramientas para hacerlo y también para evaluarlo y porque poco a poco la televisión y las redes sociales nos van permitiendo ir conociendo más de esto.
Con el paso del tiempo se han ido descartando muchas de las teorías sobre la aparición del autismo, desde enfermar de gripa durante el embarazo, vacunar al menor, la toxicidad del ambiente y otras más, concluyendo que el autismo es genético, sucede cuando los genes de los padres se juntan.
El autismo no se cura, pero puede ser tratado dependiendo el grado que presente el niño, existen múltiples terapias alternativas, pero la medicación es muy importante porque ayuda a controlar la hiperactividad, además de ayudarles en la atención, en la memoria y les ayuda mucho para que tengan permanencia y puedan aprender más rápido y mejor.
Aunque existe mucha apertura a la inclusión de niños con autismo, y que el artículo 41 de la nueva Reforma Educativa protege su derecho a estar en una escuela regular, solo el 35 por ciento de los niños con autismo logra adaptarse, por lo que es fundamental que los padres detecten si la inclusión en el sistema regular es lo mejor para su hijo.
Existen muchas estrategias para crearle al menor las habilidades para la vida, como el asearse solo, alimentarse, transitar sin que se le tenga que guiar, e incluso resaltar sus capacidades y habilidades natas para capacitarlos para un oficio que les brinde un mejor futuro, incluso, el 5 por ciento de las personas que padecen autismo llegan a lograr una carrera profesional.
