- AFP
Abstenernos al voto es un grave riesgo

En este 2021 muchos no van a salir a votar, como en todos los comicios, pero en este año será aun más la ausencia ciudadana, como ya sabemos por la pandemia del Covid-19. Pero no solo por ello, como les decía al principio es casi normal que muchos no asistan a votar. Los motivos de la decisión de no votar puede ser por las percepciones que los ciudadanos tienen de la política, la abstención que procede del sistema político-electoral y/o cuestiones que hemos denominado “circunstanciales” que rodean al votante. En este año, nos enfrentamos ante la situación de un alto índice de abstencionismo, una clara apatía de la ciudadanía y un creciente desencanto hacia los políticos y sus partidos, cabría la duda sobre la posibilidad de revertir esta tendencia y mejorar la participación, hablamos de búsqueda de democracia ya que cuando los ciudadanos no asisten a sufragar, la democracia queda en manos de unos cuantos, este problema se viene arrastrando de muchas décadas atrás, y esto hace referencia a que los gobernantes no tomen en cuenta las inquietudes de la sociedad y mucho menos consideren al abstencionismo electoral como un problema social y político. Muchos dicen que para qué salir a votar, piensan que las elecciones ya están compradas por algún partido o candidato político y en la opinión de la sociedad también sobre sale que solo se gasta para las campañas políticas. Desafortunadamente la corrupción político-electoral se encuentra bien incrustada en nuestro país, las instituciones electorales no están lo suficientemente consolidadas para sancionarla, y peor aún, el circo de las campañas se paga con dinero público. Porque debemos saber que, para este austero 2021, a la FEPADE se le asignaron 183 millones de pesos, al Tribunal Federal Electoral tres mil millones, y al INE casi 27 mil millones de pesos (de los cuales sie7e mil millones son para los partidos políticos); en lo local, al IEPC de Chiapas se le asignaron 811 millones. Estamos hablando de que, tan sólo en el ámbito federal, se necesitan más de 30 mil millones de pesos para sostener la democracia en un año de elecciones intermedias. En 2018, con todo y elección presidencial, nos costó 28 mil millones, frente a los 17 mil millones de 2012. En otras palabras, estamos gastando cada vez más en esta fiesta llamada elecciones democráticas, una fiesta a la cual casi la mitad de los invitados, no asiste. A pesar de toda esta innegable desconfianza y del turbio escenario electoral, igual hay gente que sí sale a votar. Y a la que no sale, le sobran excusas: que si la corrupción, que sí la desconfianza en las instituciones, que si los partidos, que sí la fila y el sol y la caminada, que sí el miedo a contagiarme, que esto y que lo otro. Pero me pregunto: ¿si no vamos a votar, igual podemos ayudar a tener una mejor democracia?. Es necesario regular y motivar bajo diversos métodos a la sociedad, para que se involucre en la toma de decisiones auténticas para el mejor funcionamiento de los poderes en el país. La participación electoral es la más simple forma de participar en política y es la manera más civilizada en la política moderna.

La falta de información, credibilidad y el descontento de la ciudadanía a las promesas de campaña, ocasionan que el índice de votación disminuya, y ello contraiga que los partidos políticos, con el llamado “voto duro”, sigan en el poder y así la ciudadanía continúe con el ausentismo en las diferentes jornadas electorales. Participar en las elecciones es el punto de partida para mejorar nuestra democracia. Suena paradójico, porque es justamente un círculo vicioso: no participamos porque no confiamos en las instituciones, no confiamos porque no sancionan la corrupción, no sancionan porque no están consolidadas, pero no están consolidadas porque no participamos. Votemos para poder exigir una verdadera rendición de cuentas, promover la transparencia, fomentar la inclusión y cerrar las brechas de participación en nuestro sistema político.