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  • ALEJANDRA OROZCO

Empatía, la necesidad más grande de los niños con autismo

Tuxtla.- Este sábado, los edificios se pintaron de azul, color que identifica al trastorno del espectro autista (TEA), que no es una enfermedad, sino un trastorno del neurodesarrollo que demanda empatía por ser un sistema de pensamiento distinto.


La comunidad TEA en Chiapas considera que 1 de cada 115 niños tiene esta condición, lo que significa unos 5 mil niños y niñas en Chiapas, por lo que recomiendan al identificar algunas características, buscar ayuda para mejorar en los diagnósticos.

Martha González Vázquez, representante de las familias TEA en Chiapas, señaló que algunas señales de alerta son que el niño no observa a los ojos, no tiene movimiento estereotipado, aleteo de brazos, retraso del lenguaje, poca tolerancia a ruidos o contacto físico, ante lo cual es necesario buscar un diagnóstico.

“Ante alguien en crisis hay que mostrarse empático y sonreír, en México desde 2015 y en Chiapas desde 2018, existe una ley en la materia aprobada por el Congreso del Estado que señala la atención de personas con TEA, para que sean tratados sin discriminación y puedan gozar sus derechos en total plenitud de manera obligatoria en el área educativa, salud, deporte, recreación y espacios públicos”, señaló.

La realidad es qué hay espacios donde estos niños y niñas no son integrados, sino señalados y discriminados; hay escuelas que no los atienden, donde el personal docente no está capacitado, por lo que tienen que recurrir a escuelas particulares, maestros sombra o terapeutas para poder acompañarlos en este proceso.

“La mayoría asiste a escuelas privadas, las públicas que nos atienden son contadas, lo que pedimos es que las instituciones capaciten a su personal y todas las escuelas se vuelvan inclusivas”, señaló.

Para una familia con un niño TEA, una terapia al día cuesta cerca de 250 pesos, sin embargo llevan de tres a cuatro al día, lo que quiere decir mil pesos por día entre terapia ocupacional, sensorial, hidroterapia, entre otras.

Martha es también mamá de Renata, cuando ella nació no detectaron nada, pero tenía una alteración del sueño, dormía por lapsos cortos, por lo que el pediatra los envía al neurólogo y este les dio el diagnóstico al año de edad, entonces se van a la Ciudad de México donde hicieron algunos estudios, derivando en el diagnóstico confirmado, tuvieron la opción de quedarse allá o buscar acá de manera particular el apoyo.

“Es impactante, la angustia de no saber a dónde te vas a dirigir, cómo le vas a hacer, qué es lo que tienes que hacer, si en algún momento va a avanzar o vas a lidiar con otras cosas que se compliquen más adelante, entras a un camino totalmente desconocido”, señaló.

Renata inició con terapias de autismo, hidroterapia, sensorial, luminoterapia, terapia física y se le buscó una actividad, que fue natación, fútbol y pintura; hoy tiene 11 años y es una niña feliz y única.


“Dice mi mamá que si necesitan ayuda cuando tienen un hijo autista pidan ayuda y busquen ayuda, no crean que es una enfermedad”, señaló la menor.

Su mamá sabe que es todo un reto ser mamá de un niño autista, su día a día es cambiante. “Hay días que están totalmente tranquilos, hay días que es un día bastante complicado, desde cómo se perciben ellos, desde cómo amanecieron de humor, hasta cómo perciben olores y todo lo que les rodea al salir a la calle”.

Sin embargo, se siente orgullosa porque cuando le dan el diagnóstico crees que estás perdido y en un lugar lleno de temor, pero hay cosas que te llenan de satisfacción y es lo mejor que te pudo haber pasado.

El psicoterapeuta Eduardo Cantorán Toscano, detalló que del primer al tercer año de vida se da la mayoría de los diagnósticos, al percibir una carencia en el área de comunicacion, social y conductas, aparece la repetición continua de palabras o de plano la falta de comunicación.

“Es un ensimismamiento, un ir hacia adentro, entonces el niño tiende a encerrarse y desde luego como él considera que no necesita inconscientemente de los demás, entonces se bloquea, juega solo, repite caminos imaginarios, anda de puntitas, no habla bien, no gesticula de forma adecuada, hay déficit del atención, no puede concentrarse, no capta información”, describió.

Pese a sus limitaciones en muchos casos sociales, físicas o conductuales, lo que más les hace falta a los niños y sus familias es empatía, no ser señalados, sino ser incluidos y que sus carencias se vean como áreas de oportunidad en vez de defectos.

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