La aventura de ser mamá: Adiós, lactancia materna
Desde hace ya bastante tiempo, había estado pensando en que llegara el día de escribir esta columna: el fin de una era, el gran adiós, el despedirme para siempre de mi etapa como mamá lactante, que ya desde hace varios meses había querido concluir, y que ya les había contado sobre mis intentos fallidos… pues se llegó el día, oficialmente se acabó la lactancia para mí y mis hijas.
Tiene un par de semanas, que estaba a punto de colapsar: ya no podía más, Renata se despertaba mucho y se mantenía pegada a la chichi casi toda la noche, yo me sentía irritada, lastimada, y harta de no dormir, estaba empezando a resentir mucho a Reno y tenía miedo de que otra vez padeciera agitación por amamantamiento, como me pasó con Elisa al nacer Renata.
Así que una noche me armé de valor, decidí que si de por sí lloraba, qué más daba que llorara un par de días más, pero ya con la intención de hacer la transición a dormir sin chichi, Rodrigo también estuvo de acuerdo conmigo porque nos despertábamos todos -incluida Elisa- con los gritos, y le empecé a explicar que ya no iba a tomar chichi.
Al principio, tuve que recurrir a la vieja práctica de ponerme algo para que no le gustara el sabor… no quería, iba en contra de mis principios, pero mi angustia era tal, que decidí ponerme bicarbonato, cuando ella probó, de inmediato le hizo cara fea y la soltó, entonces le expliqué otra vez que ella ya era una niña, que solo los bebés tomaban chichi y que sabía feo, se sacó de onda y lloró tantito, aunque yo me sentí como la peor mamá del mundo, y tras mucho dar vueltas, al fin se durmió.
En los inicios de este proceso todavía le daba pecho cuando se despertaba en la madrugada, y fue en ese periodo que decidí que ya no más, entonces empecé a hablar más con ella antes de dormir para decirle que tenía que descansar y que ya no habría chichi, así al cabo de dos o tres días ya era más fácil que se durmiera, y sus despertares iban disminuyendo.
Algo que me funcionó fue ofrecerle leche de vaca, para que así reemplazara la leche materna y poco a poco irla acostumbrando a dormirse sola, entonces cada noche ella solita me empezó a pedir su leche estando acostada, le servía un poquito, se la tomaba y se dormía mejor, y cuando se levantaba sol la abrazaba, le daba palmaditas para arrullarla y así tardaba unos minutos en quedarse dormida, ponerla boca abajo también la hacía conciliar el sueño más rápido, aunque los primeros días si fueron de casi no dormir, porque sus gritos y llantos eran inconsolables.
Así, al cabo de una semana más o menos, dejó de pedir la chichi por completo, se olvidó de ella, y apenas anoche, se durmió sin pedirme leche de vaca… volteo a ver hacia atrás y no puedo creer que ya estamos del otro lado, con sus retrocesos, claro está, porque durante una semana estuvo orinándose dormida, y teniendo accidentes de pipí y popó durante el día, pienso que es normal, a raíz del mismo gran cambio que está teniendo en su vida.
En mi caso, agradezco muchísimo el ya poder dormir de corrido, porque también tiene unos días que Reno ya no se levanta, eso que tanto anhelé y que tuve que esperar cuatro años para que ocurriera, por fin es una realidad; el otro día quise extraerme leche manual a ver si salía, y la verdad es que ya no; sé que tras cuatro años de lactancia la leche se irá yendo poco a poco, pero ya no se me llenan, ni nada por el estilo, lo que no sé es si vayan a recuperar algo de su firmeza o tamaño original, aunque a estas alturas estoy mentalizada de que mi cuerpo cambió, lo acepto, lo agradezco y me quiero así.
A cada una de mis hijas le terminé dando pecho por más de dos años, casi cuatro en total pasando de Elisa a Renata e incluyendo el periodo que les di pecho a las dos… quién lo hubiera pensado, aquel 4 de marzo de 2020 que no pude darle su primera toma a mi hija porque no sabía cómo, las primeras semanas siendo mamá, llorando de dolor por las noches y sufriendo con el proceso, jamás me hubiera imaginado que llegaría tan lejos.
Cada mes de lactancia lograda para mí era un logro y un orgullo, superamos los seis meses y quise seguir, cumplió el año y no quise parar, pasaron dos años, llegó Renata, quise compartir con las dos este bello momento, opté por destetar a Elisa, me seguí con Renata hasta este punto, donde preferí cortar por las buenas, antes de que acabara odiando mi lactancia.
Y hoy solo puedo decir gracias, a mi cuerpo por permitirme alimentar y formar a dos seres fuera de mi útero, por crear ese vínculo tan hermoso donde solo dar pecho bastaba para dormirlas, calmar su llanto o pasar un momento madre e hija, y también me siento muy orgullosa de mí misma: la lactancia ha sido una de mis hazañas más grandes, e inolvidables que forjaron mi maternidad.
Si tú que me lees vas iniciando en esto, cree en ti, no te desesperes, tú puedes y lograrás superar todo reto; si ya la llevas dominada, disfrútalo porque un día les das su última toma sin saberlo, y ya no regresa el tiempo; y si ya pasaste por esta etapa, vive conmigo este duelo, revive conmigo este júbilo, pues eres maravillosa, y el tiempo que haya durado, se quedará por siempre en tu corazón y en el de tus hijos.
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