La Columna: Un mundial de élite
- Annete Lewis
- 10 feb
- 2 Min. de lectura

Leí un sinfín de quejas sobre el espectáculo de medio tiempo en el Súper Tazón, evidentemente que, de inicio, eso de criticar que parezca que graban un videoclip, es precisamente a donde evoluciona todo lo que se mide en rating, es decir, dejó de ser hace mucho, un espectáculo para la gente que asiste al estadio, porque en Nueva Orleans, por ejemplo, había 80 mil; sin embargo, la NFL y quien produce ese espectáculo, saben que detrás del televisor y de la computadora (por eso de quien ve el juego vía streaming), hay un número tan elevado, peor tan elevado, como para dejar de pensar en eso.
En el estadio, durante el medio tiempo, es quizá poco más del 50 por ciento de la asistencia, quien le pone atención a ese “espectáculo”, porque otro gran número, están cazando la forma de llevarlo a redes sociales y no están tan al pendiente de lo que pasa; insistimos, muy pocos están al pendiente en vivo; sin embargo, en la televisión vaya que se sigue y no solamente se utiliza para crear un escenario diferente, también ha sido el escenario perfecto para que la cultura y la política vuelvan a subirse al ring y dejar claras las posturas, llenos de simbología que para muchos pasa desapercibido.
Es por eso que muchos añoran el espectáculo que realizó Michael Jackson, creado enteramente para los que asistieron al estadio y la televisión hacía lo que podía. Los papeles han cambiado en las últimas décadas.
Son demasiados los detalles como para pensar que están “echando a perder” el espacio, quizá están un par de pasos por delante de esa imperiosa necesidad de complacer a los que asisten el juego únicamente por ver al cantante en cuestión.
No, no es cuestión de gustos, porque si es eso, no hay sitio para que aparezcan encarnizadas críticas que califican como el mejor o el peor. Todavía se llama “espectáculo del medio tiempo”; pero tiene al menos una década que dejó de ser eso para dar paso a un escenario que involucra mucha simbología y que la gente quizá no pretende entender, solamente quiere que sea eso, un famoso, interpretando canciones de moda y listo; hasta el juego pasa a segundo término.






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