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Mercado laboral 

  • EDITORIAL
  • 27 feb
  • 4 Min. de lectura


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La transformación del mercado laboral llegó para quedarse. Es cierto, la inteligencia artificial, la automatización y los avances tecnológicos están redefiniendo los empleos, pero el cambio no sólo se está dando en el ámbito digital. El Future of Jobs Report 2025 del WEF  confirma que el futuro del trabajo no será solo cuestión de personas que sepan programar y que sean expertas en datos. Destaca que también dependerá de habilidades humanas como la creatividad, la resiliencia, el liderazgo y la capacidad de aprender de manera continua. Ante este escenario, la pregunta clave no es qué empleos desaparecerán, sino quiénes podrán adaptarse y quiénes quedarán atrás. ¿Cuáles son las competencias fundamentales que definirán el trabajo del futuro?. Algunas son claramente tecnológicas: inteligencia artificial, Big Data, redes, ciberseguridad y alfabetización digital. Las otras son intrínsecamente humanas: pensamiento creativo, resiliencia, aprendizaje continuo, liderazgo e influencia social, gestión de talento, pensamiento analítico y conciencia ambiental. Esto tiene implicaciones respecto a la manera en que las empresas deberán valorar a las personas trabajadoras: ya no será suficiente dominar herramientas digitales, serán un requisito la adaptabilidad, el pensamiento crítico y la capacidad de ejercer el liderazgo y colaborar en entornos inciertos. Surge una pregunta inevitable: si estas habilidades serán determinantes para acceder a los empleos del futuro, ¿quiénes están preparadas y preparados para desarrollarlas y quiénes corren el riesgo de quedar atrás?. La transición a este entorno laboral no sucederá de un día para otro ni será de manera uniforme. Mientras que las economías más avanzadas hoy -Estados Unidos, Europa, China-  han invertido en capacitación en habilidades digitales y humanas, en otras regiones, como América Latina y África, la falta de acceso a educación y actualización profesional podría ampliar aún más la brecha laboral. La desigualdad, además, no es sólo geográfica, sino también de género y edad. En  la mayor parte del mundo las mujeres enfrentan barreras para acceder a formación en tecnología y liderazgo, lo que las deja en desventaja en un mercado que exige cada vez más estas habilidades. En América Latina la brecha digital de género sigue siendo una de las principales barreras para el desarrollo de las mujeres. Las personas mayores de 50 años también ven limitada su participación en el mundo digital por la falta de políticas proactivas  de reskilling enfocadas en ellas. Esto, hay que decirlo, habla de una falta de análisis y pensamiento crítico, considerando el poder económico de la economía plateada hoy en día. Importante poner sobre la mesa el hecho de que el futuro del trabajo también implica reconsiderar las fronteras nacionales en un mundo en el que la migración está siendo estigmatizada y las personas migrantes tratadas como delincuentes. El auge del trabajo remoto y la globalización de talento está haciendo que los países que inviertan en educación, en programas de recapacitación y reentrenamiento profesional, así como los que sean capaces de atraer a las y los nómadas digitales, sean quienes atraigan a las personas más hábiles para este contexto, mientras que aquellos países que no lo hagan enfrenten una nueva ola de fuga de cerebros y talento. Esto puede profundizar la brecha entre países y regiones al interior de los mismos. La falta de oportunidades y de acceso a formación y educación  adecuada podría empujar a las personas más preparadas a buscar empleo en economías más sólidas y que les brinden mejores oportunidades. A nivel internacional esto plantea un desafío para los gobiernos: ¿cómo evitar que el nuevo mercado laboral aumente la desigualdad entre naciones y cómo dar oportunidades a su población?.

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Las empresas están impulsando la transformación del empleo a gran velocidad, pero ¿qué deben hacer y no hacer los gobiernos en el marco regulatorio de esta transición y cómo pueden garantizar derechos laborales en este nuevo contexto?. Algunas economías ya han tomado medidas concretas. La Unión Europea está promoviendo el reentrenamiento laboral. China está apostando por la automatización, pero también por la formación en liderazgo e innovación. Mientras tanto, en América Latina, el debate sobre la regulación del trabajo digital y la inversión en reskilling sigue rezagado y hay países en los que, en lugar de invertir en la adecuación de la educación para las y los jóvenes y niños, se está buscando consolidar clientelas electorales entre el profesorado y cuerpo docente en lugar de construir una base sólida y preparada de educadoras y educadores. El gran reto para los países y los gobiernos será definir cómo garantizar el acceso igualitario y equitativo  a las habilidades más demandadas y evitar que la automatización, la demagogia y el populismo dejen a millones de mujeres y hombres sin alternativas laborales factibles y viables. ¿Hacia dónde vamos? El futuro del trabajo no es solo tecnológico, es profundamente humano. Aunque la inteligencia artificial y la digitalización están marcando el rumbo, siguen siendo las variables no tecnológicas las que impactarán en paralelo: creatividad, liderazgo, resiliencia y aprendizaje continuo, entre otras. Si las personas con liderazgo, las empresas, instituciones, sociedad civil y gobiernos no invierten en formación y en modelos educativos y laborales incluyentes, el futuro del empleo podría reforzar desigualdades preexistentes. La verdadera brecha no será solo económica y tecnológica, sino de habilidades y adaptación. El futuro del trabajo no puede definirse por la exclusión ni por la inmediatez. Si permitirnos que las coyunturas políticas y los liderazgos demagógicos y totalitarios dicten el rumbo, millones de personas quedarán sin la posibilidad de un mañana digno. Hay que construir una transformación laboral y educativa que permita la inclusión de todas las personas.

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