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Tesoros empeñados: las máscaras de parachico entre la tradición y la necesidad

  • NOÉ JUAN FARRERA
  • 15 oct
  • 2 Min. de lectura

En Chiapa de Corzo, las máscaras de parachico no son simples objetos: son el alma de una tradición centenaria, un símbolo que une el pasado con el presente y que da identidad a un pueblo entero. Talladas con esmero por manos artesanas, cada máscara lleva impresa la esencia de su creador y el orgullo de una cultura que se niega a desaparecer.

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Sin embargo, entre los rostros sonrientes de madera y el brillo de las fiestas de enero, se oculta una realidad que duele: algunas de estas piezas de arte, terminan detrás de vitrinas en casas de empeño, con precios muy por debajo de su valor real e intangible.

En centros de préstamos del municipio, se observan máscaras que han quedado como prenda por necesidad económica o han sido ofrecidas en venta. Los precios varían entre los $450 y $1,200, dependiendo del detalle, la antigüedad o el prestigio del artesano, conforme al experto valuador.

Algunas fueron talladas por maestros reconocidos, otras pertenecieron a parachicos que las usaron durante décadas, cargadas de historia, de fe y de danza, pero todas viviendo el mismo destino de estar a la venta en una casa de empeño.

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El hecho de verlas en remate no solo refleja una crisis económica, sino también un dilema cultural profundo. Para muchos chiapacorceños, empeñar o vender su máscara representa desprenderse de una parte de sí mismos, de su linaje y de su vínculo con la Fiesta Grande. Pero cuando la necesidad apremia, el valor simbólico cede ante el peso de la realidad cotidiana.

Esta práctica abre un debate sobre la conservación del patrimonio inmaterial. ¿Qué sucede cuando los objetos que representan la identidad colectiva, se comercializan fuera de su contexto ritual? La máscara del parachico es, sin duda, un testimonio del ingenio y la devoción de un pueblo, pero también se ha convertido en reflejo de las tensiones sociales y económicas que afectan la transmisión de las tradiciones.

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Aun así, los artesanos continúan tallando, los parachicos siguen danzando y Chiapa de Corzo mantiene viva su fiesta. Las máscaras que se pierden o se venden son, en cierto modo, recordatorios de que la cultura también se defiende creando, compartiendo y valorando lo propio, más allá de las circunstancias.

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