Acteal sin justicia
- EDITORIAL
- 30 may
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Una de las heridas que jamas va a cerrar en Chiapas es la matanza en Acteal, un hecho que evidenció la saña, crueldad y salvajismo con el que se pretendió controlar una situación política y social, que hoy se mantiene como una costra de esas que cuando se rascan sale sangre. A raíz de una incursión paramilitar en la localidad de Acteal, municipio de Chenalhó, en la región de Los Altos de Chiapas. La acción violó los derechos a la vida, a la integridad personal, a la libertad personal, entre otros. La impunidad respecto a este crimen ha prevalecido desde entonces. Sin embargo, las comunidades pertenecientes a Las Abejas de Acteal han permanecido organizadas y en pie de lucha con base en la “No-violencia”, entendido esto como el poder de transformación de los que creen y practican la paz. Es la manera de actuar en sus relaciones de aquellos que creen en la regulación pacífica de los conflictos como la mejor vía, también con base en su cosmovisión, su filosofía de vida, su profunda relación con la “Madre Tierra”. Es un privilegio atestiguar el íntimo diálogo que sostienen con la planta de café previo a desprender su fruto para ser transformado en alimento y sustento compartido.

“El caso Acteal, es la muestra fehaciente de que el neoliberalismo con la clase política que lo promueve, que se caracteriza por una total carencia de humanismo, ha campeado en la visión política del gobierno mexicano de 1995 a la fecha”. Los años han pasado, pero la justicia se mantiene distante. Las sentencias han sido parciales, los responsables políticos han evadido cuentas, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos mantiene vivo el expediente. Y mientras tanto, las comunidades desplazadas siguen viviendo entre la precariedad y el miedo. Acteal no es solo un recuerdo doloroso: es un recordatorio constante de lo que ocurre cuando el Estado abandona a su gente, cuando se usa el aparato institucional para dividir y reprimir, cuando se pacta con el silencio. En medio de un país donde las desapariciones, los desplazamientos y las agresiones a comunidades indígenas persisten, la exigencia de Acteal se convierte en una causa de todos. Porque cada nombre impune, cada crimen sin resolver, perpetúa un ciclo de violencia que nos alcanza a todos. La memoria de Acteal no debe agotarse en los aniversarios ni en los discursos de ocasión. Es una deuda pendiente de Chiapas, de México, y de un sistema de justicia que sigue sin responder como debe. Activistas, ONG y comunidades han señalado el clima de “guerra civil” que se vive en Chiapas por los conflictos armados, presencia de grupos del crimen organizador y cárteles del narcotráfico, lo que ha desencadenado homicidios, desapariciones y desplazamientos forzados, en particular en comunidades indígenas y afines al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
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