Pobreza agresiva
- EDITORIAL
- 27 oct 2024
- 3 Min. de lectura

Pobreza no solo significa no tener suficiente dinero para comprar lo que necesitas; por ejemplo, comida. También se refiere a cuando no se tienen garantizados otros derechos importantes para vivir, como educación o salud. Es decir, no es solo la falta de dinero, sino también la falta de oportunidades para crecer y desarrollarse. Ese es el México que nos duele. Cuando hablamos de niñas, niños y adolescentes, la pobreza se vuelve aún más cruel y agresiva. Sus efectos se acumulan y causan estragos que probablemente las y los acompañarán por el resto de su vida adulta. Su cuerpo tenderá a no ser tan sano, su capacidad de concentración requerirá mucho más esfuerzo del habitual y sus emociones serán más difíciles de controlar. Cuando hablamos de pobreza infantil, hablamos de una población cuya situación está en manos de otros, hablamos de una incapacidad del adulto y del estado para proveer y cuidar de sus niñas, niños y adolescentes. Este mes el CONEVAL, organismo como pocos (palomita, estrellita), junto con Unicef, publicaron el informe “Pobreza infantil y adolescente en México, 2022”, un documento que si bien trata un tema que duele y es incómodo, es un poco oro molido ya que nos permite obtener información para saber por dónde dirigir las acciones que nos lleven a la reducción y eliminación de la pobreza infantil y adolescente en nuestro México, a veces no tan mágico. No se trata de opiniones o anécdotas, se trata de información basada en realidades, hechos y resultados. En cuanto a “buenas noticias”, sí ha habido una reducción importante en la pobreza de niña, niños y adolescentes. Según el informe, pasamos de 52.6 % en 2020 a 45.8 % en 2022, el valor más bajo desde 2008. Uso las comillas en “buenas noticias” porque aún un 0.1 % de niñas, niños y adolescente viviendo en pobreza es inadmisible; entonces, un 45.8 % es para que se nos siga revolviendo el estómago y no dejemos, ni por un minuto, de trabajar para asegurar que cada niña, niño y adolescente viva con acceso a todo lo que necesita, incluyendo la garantía efectiva de sus derechos.

El informe destaca que los programas federales de protección social han contribuido a contener la pobreza infantil y adolescente, particularmente en lo que respecta a la pobreza por ingresos. Sin embargo, en cuanto a carencias sociales (rezago educativo, carencias por acceso a servicios de salud, seguridad social, calidad y espacio de la vivienda, servicios básicos en la vivienda, y alimentación nutritiva y de calidad) la situación de pobreza sigue y no ha disminuido en comparación con mediciones pasadas. Específicamente, el rezago educativo en niñas, niños y adolescentes se refiere a que estando entre los 3 y 21 años no cuentan con la educación obligatoria o no asisten a un centro de educación formal. El grupo más afectado son los adolescentes de entre 12 y 17 años, de los cuales un 16.1 % no asiste a la escuela, y la razón principal no es económica, sino una falta de interés, aptitud o requisitos para continuar en la escuela. El informe explica que las transferencias monetarias, como el esquema actual de becas, no necesariamente impactan las carencias sociales, particularmente en el ámbito educativo, lo que sugiere que existen otras razones por las cuales los adolescentes abandonan la escuela. En el debate educativo esto no es algo nuevo, pero los datos proporcionan una base sólida para seguir empujando el tema: la permanencia en educación no se asegura solo desde lo económico; aprender importa. Imagina que eres un o una adolescente que va en la media superior (preparatoria, bachillerato), con un rezago educativo acumulado desde primaria; por lo tanto, en la escuela te sientes todo menos cómodo. Es un recordatorio diario de las cosas que no entiendes y, por lo tanto, asistir pierde todo el sentido. A esa edad, muchas decisiones que antes no podías tomar, ahora ya son tuyas, como asistir o no a la escuela. Además, ya tienes la posibilidad de trabajar, lo que, en ese momento, con lo que conoces, parece la mejor salida. Lo económico explica parte del problema, pero no todo: las becas no son ni serán suficientes. De acuerdo a CONVEAL y Unicef, la pobreza vinculada al rezago educativo tiene una alta probabilidad de acompañar a estas niñas, niños y adolescentes a lo largo de sus vidas. Sus efectos se traducen en un impacto en su bienestar y vida socioeconómica futura al limitar sus posibilidades de incorporarse al mercado laboral y aumentando las desigualdades en las relaciones laborales que establezcan.
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